¿Qué es el sexting?
En nuestra sociedad, el
sexting empieza a ser un término cada vez más habitual. No es un problema de
seguridad en sí mismo, sino una práctica de riesgo, sobre todo cuando implica a
los menores de edad. Mediante el sexting, se envían a través del teléfono móvil
u otro dispositivo con cámara, fotografías o vídeos producidos por uno mismo
con connotación sexual. El riesgo está en que una vez enviados estos
contenidos, pueden ser utilizados de forma dañina por los demás.
El sexting se distingue de
otras prácticas por ciertas características:
Voluntariedad. Los mensajes,
imágenes y videos son creados conscientemente por sus protagonistas y enviados
inicialmente por ellos mismos a otras personas.
Carácter sexual. Los
contenidos tienen una clara connotación sexual: desnudez o semi-desnudez, así
como muestra o descripción de actividades sexuales.
Uso de dispositivos
tecnológicos. Lo más habitual es que utilicen su móvil o smartphone, pero también puede realizarse
usando la webcam de la tablet, el ordenador portátil o de sobremesa. En caso de
realizarse durante una videollamada o una sesión de chat con webcam se
denominaría sexcasting.
También es posible que el
envío de este tipo de contenidos sea involuntario, ya que otra persona puede
utilizar el dispositivo en el que están almacenados (robo o pérdida de móvil,
uso sin permiso, etc.) y reenviarlos. También puede ocurrir que una persona sea
grabada por otra sin su consentimiento. En ambos casos, los riesgos en lo que
respecta a la difusión de ese contenido son similares al sexting
¿Porqué hacen sexting los menores?
Despertar sexual. En esta
etapa, el desarrollo de su sexualidad comienza a tener un papel importante,
pero no siempre está establecida de forma saludable. Para ellos estas prácticas
pueden suponer una prueba de confianza en pareja o una manera “más adulta” de
flirtear o atraer a alguien.
Posicionamiento social. En la
adolescencia también es natural buscar la pertenencia al grupo de iguales, la
inclusión social y la valoración de los demás. La práctica del sexting puede
tener como objetivo presumir ante las amistades o no sentirse excluido.
Inconsciencia y exceso de
confianza. Los adolescentes suelen minimizar los riesgos a los que se enfrentan
e ignorar las repercusiones futuras. Esto les lleva a asumir más riesgos y
creer que nunca pasará nada. Falta de cultura de
privacidad. Actualmente, en nuestra sociedad existe una creciente tendencia a
mostrar la intimidad. Esto les lleva a considerar normales conductas como
compartir información que los adultos consideran personal y privada.
Impulsividad. Combinada con
la rapidez de la interacción a través de Internet, la impulsividad de los
menores hace que actúen o respondan rápidamente, sin reflexionar sobre lo que
van a hacer y sus posibles consecuencias. Por este motivo, conflictos como
rupturas o decepciones sentimentales pueden desencadenar en los adolescentes
una difusión precipitada con ánimo de venganza.
Expansión de dispositivos
móviles. La universalización entre adolescentes de tablets y móviles con cámara
y conexión a internet facilita este tipo de prácticas.
PREVENCIÓN Y FOMENTO DEL USO
SEGURO
Pretender que ningún menor
lleve a cabo este tipo de prácticas puede resultar algo poco realista en la
actualidad, cuando desde la sociedad se fomentan roles excesivamente
sexualizados y el concepto de privacidad es cada día más confuso. Debido a este
contexto, la prevención debe centrarse en la reducción de riesgos y el
desarrollo de la capacidad de crítica del menor, para que actúe de forma
responsable:
Concienciar y promover el
cuidado de la privacidad. Es necesario hacerles partícipes de las implicaciones
y riesgos que supone no proteger la privacidad, tanto en la actualidad como de
cara al futuro, mostrando las consecuencias de forma que comprendan lo que está
en juego.
No fomentar el sexting ni
participar en su difusión. Concienciar a los menores de la peligrosidad de esta
práctica, tanto como protagonistas de los contenidos (para valorar si quieren
tomar parte), como receptores (para que respeten la confianza otorgada, la
privacidad e intimidad de la otra persona).
Desarrollar la autoestima y
las habilidades sociales. Saber decir no y defender sus argumentos de forma
adecuada les permitirá no ceder ante la presión social. Para ello, es positivo
promover una autoestima saludable y aprender a valorarse a sí mismos, para no
depender de la opinión de los demás.
Conocer las opciones de
privacidad y seguridad. Configurar correctamente los dispositivos y
aplicaciones para evitar perder el control de la información que guardan,
haciendo un uso correcto de contraseñas de acceso y almacenando la menor
cantidad posible de contenidos de riesgo.
Facilitar un ambiente de
confianza. Para que el menor sea capaz de pedir ayuda y consejo cuando lo
necesite, es importante mantener la comunicación familiar acerca de estas
problemáticas. Esta confianza ayudará a una resolución rápida de los problemas
e incluso a evitar que lleguen producirse.
Valorar la edad y madurez
necesaria. Debemos valorar si el menor es suficientemente responsable como para
utilizar de forma autónoma su propio dispositivo, sin ponerse en riesgo ni caer
en prácticas peligrosas.
CÓMO REACCIONAR EN CASO DE
CONFLICTO
Responder con calma. Estamos
para apoyarles y ayudarles a resolver el problema, no para reaccionar de manera
exagerada o negativa. Todos debemos enfocarnos a buscar una solución y proteger
al menor.
Contacto con los difusores.
Es recomendable contactar, si es posible, con quienes estén difundiendo los
contenidos e incluso con quienes los hayan recibido para evitar que se sigan
enviando y pedir su eliminación. Asimismo, contactar con el centro educativo
puede ser de utilidad, ya que pueden colaborar con asesoramiento y
concienciación.
Reporte al proveedor de
servicios. Para que los contenidos se eliminen en muchos casos es necesario
comunicarse con el proveedor de servicio (Instagram, Facebook, Twitter, etc.)
alertándoles sobre el caso. Esto no garantiza que alguien no haya hecho alguna
copia, pero sí limita en buena medida su difusión.
Denuncia. Además, dado que
los contenidos incluyen información sensible de menores, es posible que sea
necesario denunciar formalmente los hechos ante las Fuerzas y Cuerpos de
seguridad, sobre todo en casos de extorsión y grooming. En estos casos, será
necesario hacer capturas de pantalla y guardar todas las pruebas.
Apoyo psicológico. Las
consecuencias derivadas por este tipo de prácticas son graves, y el menor puede
necesitar apoyo psicológico y emocional. El centro de salud y su centro
educativo pueden ofrecernos orientación si es necesario.
EJEMPLO: Lucía y
Miguel llevan meses mensajeándose por el WhatsApp. Todo empezó por un trabajo
de clase, pero poco a poco fueron hablando de temas más personales y tonteando
con la idea de algo más. No son novios todavía, pero Lucía está loca por él. Sus amigas le han
aconsejado cosas como que “si te gusta más te vale que le des algo antes de que
se canse” y “son todos iguales, si no le das lo que busca, encontrará a otra”.
Esa
noche, su conversación diaria fue un poco más “subidita de tono”, y a la hora
de despedirse, Lucía escribió: “Toma guapo, un regalo, te lo mereces por ser
tan especial” y le envió una foto. Cuando a
Miguel le llegó la foto, no se lo pensó dos veces: cuando sus amigos viesen la
foto que Lucía le había mandado sería la envidia de todos. 20 segundos después
6 de sus compañeros de clase ya habían recibido la foto. Otros 2 minutos
después, estos se la habían enviado a otros 15. Antes de acostarse, Lucía ya
había recibido su propia foto a través de 3 amigas que le avisaban de que
estaba circulando por los móviles de todo el instituto.
PORQUE ES UN RIESGO PARA LOS
MENORES
Los riesgos de esta
práctica comienzan con la divulgación de estas imágenes o vídeos entre personas
que no eran los destinatarios. Al tratarse de contenidos íntimos, su difusión
conlleva sin duda una pérdida de privacidad, de tal modo que se produce un daño
en la reputación de la víctima, deteriorando su imagen pública. El sentimiento
de humillación y traición que implica puede provocar falta de confianza en
futuras relaciones, además de problemas psicológicos como ansiedad, depresión,
etc.
Asimismo, esta
divulgación también puede acarrear consecuencias más complejas:
·
Ciberbullying.
La humillación pública puede dar pie a conductas de acoso al protagonista,
derivando en una situación de ciberacoso.
·
Extorsión
y chantaje. El contenido también puede utilizarse como herramienta de chantaje,
solicitando cualquier “recompensa” (económica o de otro tipo) a cambio de no
difundirlo.
·
Grooming y
acoso sexual. En los casos de acoso sexual o de acercamiento de adultos a
menores con intenciones sexuales es habitual esta extorsión para exigir que se
envíen más contenidos, o incluso contacto sexual directo.
·
Riesgos
físicos. Estos contenidos pueden utilizarse por agresores para seleccionar a
sus víctimas. En ocasiones los contenidos muestran elementos que ayudan a
determinar la localización fácilmente (centro donde estudian, domicilio,
geolocalización, etc.) o cuando los metadatos señalan el posicionamiento donde
se han grabado.
Respecto a las
consecuencias legales, dependiendo del papel de cada implicado en esta práctica
y de sus edades puede incurrirse en diferentes delitos como:
o Exhibicionismo y provocación sexual a menores.
o Generación, producción, difusión y tenencia de
pornografía infantil.
o Revelación de secretos y delitos contra la intimidad y
el honor.
o Delitos contra la libertad sexual.